12 abril, 2013

Un limón, medio limón, dos limón, medio limón


-¡Ya despiértate cabrón, ya vámonos!
Tres limón, medio limón, cuatro limón, medio…
-¡¿Qué no me escuchaste?!
-¡Ah! Ya, ya… ¡Ya estoy despierto, me duele!  ¡Basta!
El día empieza, el rocío ha inundado la parte trasera de la camioneta, no es lo ideal para sentarse ahí a las cinco de la mañana, tal vez hoy mereciera un poco de pan  y café, digo, como pinta el clima el rendimiento será poco. Los dientes parecen castañuelas, se enciende un cigarrillo en medio de un  incomodo silencio, la radio se descompuso el martes, como si importara el día. La tos de Juan suena como agradecimiento por el poco calor producido por el humo sabor nicotina. El chirrido de los dientes se ha detenido, odio el silencio, mejor tarareo.
Primera parada, semáforo en rojo, caja de dulces, cinco limón.
-¿No me compra unos dulces?
-No tengo mi vida.
Pinche señora, su lástima no nos va a dar de comer ¿o sí?
María cada vez está más flaca, de seguro va a ganar más y ahora que tiene trece se va al mercado grande, va a aguantar, es de las rudas, está en esto desde los siete. Medio limón…
Lo más divertido es ver correr a Juan  y Gustavo entre los autos, entretiene a la mitad de la jornada. Verde corren, rojo corren y con el amarillo me doy unas carcajadas, a veces apuesto quien se desploma primero, casi siempre gano. Seis limón.
¡Sólo cuarenta y cuatro pesos! Me va a ir de la fregada, pinche Gustavo ni su ojo morado pudo juntar más, todavía que lo descubren comiendo a las horas de trabajo. Debería agradecer, el golpe le acomodó las ideas, ya no lloriquea como antes. Se vuelve fuerte,  y si no se aplica lo matan  mañana, que no faltan ganas… Medio limón.
María no para de llorar, quien la culparía, después de ver a Gustavo morir cualquier vieja lloraría, yo se lo dije al Gus:
-¡Aplícate! Si no vas a ver como estos hijos de la chingada te van a dar unos que bien te van a durar para que no te vuelvas a equivocar.
Cinco cinchazos bastaron para cerrarle la boca, lástima que fue para siempre. Ni modo, a buscar gente nueva. ¡María no se calla! A veces quisiera gritarle, sacudirla, decirle que ya lo acepte, lo deje, esto es lo que le toco vivir, no hay de otra, no hay una pinche salida. ¡Ya que se calle! Lo mejor es que me calme, no vale la pena enojarse. Respira, piensa bonito. Siete limón, medio limón.
Estamos en el parque Juárez, pinches colegas corren como si no lo hubieran hecho antes, no importa, no venimos a eso y lo saben, luego el columpio y la resbaladilla, vienen por un nuevo Gustavo. Domingo familiar, literal, el parque a reventar, risas, helado, globos multicolor. Ahí está el Chistorete, pinches chistes de tres pesos pero bien que hacen reír a la gente, de que sabe dar show sabe dar show. El Juan ya se puso las pilas, lleva tres carteras, cinco monederos y tres celulares, la comisión del payaso ya salió. Es medio día, hay una niña sola en el sube y baja, Chistorete dice que sus padres cuidan al hermano menor, se ve triste, parece que la soledad opaca su belleza, necesita compañía. Ocho limón.
 Acercarme a ella fue un error, ha lanzado un grito espantoso, por suerte pareció que fue el vértigo del sube y baja. Su madre vino en seguida, la bajó, le acarició la cabeza y tontamente le pregunta:
-¿Qué te pasó mi amor?
Eso es fácil contestar: La verdad casi nada, que la dejó sola, que la iba a llevar conmigo y nunca la volvería a ver. Nunca volvería a comer helado de vainilla ni jugar con su cochecito favorito, recibir un abrazo de mamá a la hora de dormir ni escuchar esa arrulladora voz.  Vieja idiota, conmigo le iría mejor a su hija. Medio limón.
No nos fue tan mal, duplicamos la cuota del mes pasado, compensará que no hayamos encontrado al nuevo Gus. Tal vez hoy alcance para el pan, bueno, tres días sin comer no hacen rendir al cien por ciento para las nuevas jornadas. Me equivoqué, aún se funciona con una semana sin comer. Hay reunión hoy, odio estas reuniones, no me molesta el cigarro pero el pinche peyote mata la neurona de todos, luego tequila y caguamas, ya pusieron la mesa, los vastos y las monedas tienen el gane. Nueve limón, medio limón.
Ridículos, para que lloran si saben que es algo natural de la vida, el sexo tarde o temprano lo tienes, aprendan a Juan, ya no llora, ya no grita cuando le toca, y eso que le toca con Don Lorenzo, pinche viejo obeso, calvo y todo pero bien que fornica. No puedo evitar reírme. Este tequila ya me pego, la risa no se detiene, Juan acaba de entrar al cuarto, le digo que tome un trago para enjuagarse la boca. Me pasan un toque, absorbo. De nuevo en mi casa, mi alcoba, mis juguetes, mi madre cantando:
Diez limón, medio limón, once limón, medio limón…
Sus asquerosos labios pasar por mi pecho, la barba pica, quiero llorar, no puedo evitar soltar una lágrima, siempre me pregunto cómo llegué a esto. Me siento sucio, lo estoy por fuera, pero por dentro se siente repugnante, su respiración cerca de mi oreja. María dice que con ella va despacio, afortunada ella. El tipo parece un caballo mecánico esos de la plaza Victoria. Ha terminado, prende un cigarrillo, lo presiona en mi pierna, no puedo evitar gritar, una lágrima más. Se va de la habitación, me levanto y me miro al espejo, desnudo, no lo puedo evitar, odio mi cara, odio mis brazos, odio esa mirada que se pregunta ¿qué cosa eres? Me quiero morir… Debo aguantar, por Juan, por María, por la vida en peligro de mis papás… Voy a dormir.
Nuevo día, nueva jornada. Dulces, sol, smoke, sexo y alcohol. Lo único que me motiva es medio limón.
Ya tengo trece, nuevas ligas y tal vez mayores chingas. María cuenta que ser puta si deja, Don Lorenzo dice que es lo único en la que la armo, pinche puto. Hay nuevos y uno apenas lo trajeron hoy, se llama Julián, no para de chillar, cada vez son más jóvenes, tiene cuatro años. Lo trajeron de Plaza Dorada, dicen que la madre armó un pancho por no encontrar a su hijo, que gritó y hasta madreó a un policía, mi mamá sólo gritaba sin parar, la gente no le hacía caso, yo la miraba llorando intentando gritar, la velocidad del sujeto que me llevaba y su mano que cubría mi boca lo impedían a cada momento. Un golpe seco a Julián, cayó al piso, le quitan su ropa, lo comienzan a manosear. “¡Basta!” pienso “¡Basta! ¡Ayúdenlo, lo lastiman, me lastiman! Maldita sea…Relájate, piensa bonito, comienza a cantar, un limón, medio… ¡No! Ya estoy harto… no puedo seguir así, ¡Maldita sea!
Julián comenzó a llorar de nuevo, han terminado. Salen de la habitación, dejaron al niño tumbado en el suelo. Me acerco, está desangrando. Le ofrezco la mano, me mira con recelo, quien lo culparía.
-Toma tu ropa -le digo.
Se levanta y comienza a llorar.
-Mejor cálmate porque pueden regresar, respira profundo y tal vez creas que esto es lo peor, pero no, entre más chilles y te resistas más pendejos se ponen –su mirada atónita-. Mira si quieres durar mejor consíguete algo para calmarte, para que tu mente escape de aquí, mi mamá decía que es la mejor forma de olvidarte de las pesadillas, piensa en algo bonito…
-¿Tú qué piensas?
-¿Yo? Yo canto una melodía que mi mamá me cantaba a la hora de dormir. De seguro la conoces: Un limón, medio limón.
-No –Julián esbozó una pequeña sonrisa.
-¡Hora! ¿Cómo crees? –parece más tranquilo-. Te la enseñaré.
Me siento estúpido, una canción no hace que te olvides de los malos momentos, ojalá fuera como dice mamá, que te ayuda a olvidar de las pesadillas, no es así. ¿Cómo le puedo prometer esto a Julián, cantar lo mantendrá a salvo de esto, ni yo mismo me creo esa mierda… No podemos seguir así, necesitamos salir de aquí…
Es sábado, hay reunión. Me encuentro en la parada del autobús, falta poco para que me recojan. Desde que conocí a Julián cargo con  un cuchillo, no sé porque, en algo me ha de servir. Semáforo en rojo, camioneta negra. Han llegado por mí.
Hoy trajeron ron, whisky y un cartón de cervezas, es una partida de dómino.  Julián se encuentra junto a Juan, ambos esperan quien va a ser el primero. Llegó Don Lorenzo, me pidió a mí, lleva consigo una bolsa de coca, viene con ganas. Me dice que ya me extrañaba, me dice que soy su favorito, me dice que soy bien portadito. Quiero cerrarle la boca. Me quita la ropa.
-No has conseguido tu cuota del mes –odio su voz-. No quiero que me empieces a fallar, esos dulces no se venden solos cabroncito, hoy te tendré que castigar…
Me da asco, quiero matarlo. El gordo absorbe cocaína, toma una pastilla azul, se baja el pantalón. Hace tres líneas blancas en la mesa, me jala del cabello, me estampa contra la mesa.
-Toma, vamos a divertimos.
Inhalo, se ríe, me baja el calzón. Un limón, medio limón. Esta dentro de mí, no puedo evitar gemir, va a paso lento, se ríe. Dos limón, medio limón. Hijo de puta, va más rápido, sigue riendo ¡Basta!  Sigue riendo y gimiendo, me lastima. Me tumba en la cama, estoy cerca de mi ropa, mi pantalón, el cuchillo. Me pone de espaldas, mi mano cae en el piso. Alcanzo el arma, gime, gime. Comienzo a gemir, no puedo llorar, esta vez no, me harté. Lo voy a matar.
Mi corazón se acelera, mi cerebro punza, no siento mis piernas, tomo el cuchillo. Me voltea, me exige un oral, me baja, se ha dado cuenta. Se ríe, puto gordo, me suelta un puñetazo.
-¿Quieres ponerte rudo?
Mis latidos se aceleran, el cuchillo ha salido volando, estoy arrinconado, se acerca, me patea, me lanza a la cama, logro quitarme, alcanzo el cuchillo, suelta un carcajada, maldita sea, se comienza a ahogar, es mi oportunidad, lo voy a matar, llevo el arma con todas mis fuerzas… Por María, por Juan, por Julián y Gustavo…
Quiero que mueras, quiero que dejes de ser mi realidad, quiero que no seas ni una pesadilla. ¡Muere, muere! El cuchillo toca sus entrañas, lo he clavado en su corazón, cae como un cerdo al suelo. Lo he conseguido, lo he conseguido…
No siento mis piernas, mi cabeza me pulsa, mi corazón comienza a frenar, no me importa, lo he conseguido, el suelo esta frió, no me di cuenta a qué hora caí. Escucho voces, son los demás, veo a Juan llorar, veo a Julián gritar, escucho el murmullo de los demás, todos auxilian al elefante. ¡Maldita sea! Esta muerto, pero sólo maté a uno, sólo les hice un rasguño, no me puedo mover…
No los salvé, los deje en un infierno… Quiero gritar, quiero llorar. Julián me mira una vez más y comienza a cantar:
Un limón, medio limón, dos limón, medio limón…
No le quiero mentir, nada estará bien.