19 octubre, 2010

EL HOMBRE Y EL AMOR

Si hay cosas indefinibles en este mundo, estas serían la definición del hombre y del amor; ambas mantienen estrecha relación y siempre estar latentes en el pensamiento.
Empecemos por el hombre, cuando se habla de este, rápidamente se asocia con las preguntas: ¿Qué define la vida? ¿Qué es lo real?; la vida suele definirse como solo el bastante ambiguo proceso de nacer, crecer, reproducirse y morir, lo cual parece bastante real y muy fácil de acatar, por lo que muchos hombres concuerdan hundiéndose así en el conformismo.
Al ver a los hombres en tal estado de impavidez, se acepta la idea de que el hombre es algo que debe ser superado, pero ¿Cómo superar al hombre?, tal vez la mejor manera sería encerrarse en el pensamiento y dejarse llevar y decidir solo por la razón, y la única manera de lograr esto es alejarse de toda persona, entonces por inferencia la única manera de superar al hombre es alejarse de el; pero hay solo una falla en esta premisa, es algo por lo que es imposible elevarse por encima del hombre y que siempre nos arrastra hacía la intransigencia, esto es sin duda el amor, entrando así en el segundo tema; muchos piensan que lo han sentido pero en realidad ¿Qué define al amor?, ¿como puede un sentimiento ser elixir y veneno al mismo tiempo?, aun si nos escondemos en la misantropía este sentimiento te hace olvidar y reformar cualquier pensamiento, siendo así el amor uno de los deflactores de la razón.
El significado de la vida, el puente entre felicidad y tristeza, la senda más obscura que lleva a una inefable luz, estos son intentos bastante vanos por definir al amor, por lo cual el amor no es algo que se mide ni se conceptúa, no se puede comparar con otras emociones o sensaciones, es creación y destrucción , es el vocero del alma, es martirio y goce; así pues el amor esta lleno de contrasentidos y nimiedades que parecen inmensas e insuperables, pero aunque esto nos amarre y nos impida superar al hombre como tal, es a fin de cuentas nuestra única y mas límpida naturaleza.

17 octubre, 2010

Circuitos


 Por primera vez sé que necesito un consejo. Me he dado cuenta que mi corazón no es de hierro, no es frío ni mucho menos un productor de eco. Me he dado cuenta que soy un humano.
Viví engañado todo este tiempo, cada latido no era más que un síntoma de vida, de alma, de emociones.
No fue fácil descubrirlo tampoco intencional el motivo, sin embargo ocurrió. Mi órgano arterial respiró un sentimiento de gran bipolaridad, tan dañino como bendito.
Veía como se infiltraba en otros y los resultados que producía: Alegría, pasión y tranquilidad.
Me dije "nunca entrará por mi puerta".
Hasta que una sangre de distinto sabor, de distinto aroma entró por mis circuitos  y plagó todo mi cuerpo de hormonas de Afrodita tranformándome en aquello que creía imposible, en un estereotipo sensible. Creía que vivía, creía que sonreía hasta que un día... Un corto circuito calcinó mi corazón.
Un juego de azar se apoderó de mi entorno, de mi ser y mi mente. Ella no supo que hacer, quemados mis sentidos abandonó mi recuperación, abandonó mi imaginación, mi realidad.
Pensé que por ser la primera vez nunca me iba a afectar, un aceite sanguíneo moderno y como nuevo. Un juego de niños es de villanos... Tenía que protestar. ¡¿Cómo un ser un humano podía matar a un robot con criterio platónico?!
Mi proceso es lento, mi reflejo es otro, un ser humano me había hecho sentir mortal. Ahora que sé que soy un humano,  ¿cómo puedo volver a ser robot para poder olvidarla si aún no entiendo lo que es interpretar la vida?

08 octubre, 2010

Una noche sin estrellas

Rodrigo se consideraba un soñador; prefería la soledad a cualquier otra cosa y aunque había personas con las que tenía cierto vínculo, y a las que tenía mucho aprecio siempre disfrutaba el poder estar absorto en sus pensamientos y reflexiones. Día tras día disfrutaba enormemente el subir al techo de su casa a apreciar las estrellas ya que en su pueblo no había luces tan brillantes ni contaminación que evitaran este espectáculo tan sublime de la complejidad de la vida.

Disfrutaba con gran exultación cada segundo que pasaba mirando al cielo estrellado, y por su mente pasaban recuerdos, imágenes y pasiones que creía escondidas y que al indagar en su alma descubría como las más insignificantes nimiedades de la vida lo hacían realmente feliz, el cantar de un ruiseñor, la música de los sonidos de la naturaleza hasta el sonido de la voz de las personas se le hacia bello, toda su ser estaba basado en esas noches que parecían interminables.

Un día como cualquier otro Rodrigo siguió su monótono día como siempre, saludando a los superfluos fingiendo ser parte de una sociedad a la que nunca había si quiera tomando en cuenta; después de terminar con sus clases, salió con solo un vehemente anhelo de que llegara la noche y pudiera disfrutar otra vez de la inmensa plenitud de las estrellas; caminaba solitario por la vereda cuando la vio por primera vez, lo más hermoso que haya visto en su corta vida, algo que hizo que por un momento olvidara su indiferencia ante la humanidad, por fin algo que por lo que valdría la pena sacrificar su amada soledad, algo por lo que valdría la pena tener una noche sin estrellas. Rodrigo no pudo evitar admirar con desosegada perplejidad su belleza, la dulce y armónica melodía de su risa que consideró -apenas comparable con los sonidos de la naturaleza que escuchaba todas las noches mientras admiraba las estrellas-, el contorno de sus brillantes ojos negros, la interminable pureza de su figura pletórica y el destello que desprendía sin siquiera notarlo, casi como una estrella.

Una vez fuera de este momento de meditación Rodrigo decidió seguir su camino dejando atrás a la única persona que había logrado deslumbrarlo con una inefable luz tan fuerte como su misma abnegación por el amor que consideraba como solo un sentimiento vano y confuso, el cual no había necesidad alguna de experimentar, recordando esta resolución de su espíritu Rodrigo avanzó hacía su hogar, le esperaba otro sublime espectáculo por la noche.